miércoles, 30 de enero de 2013

"La televisión y la educación". Parte:1

“La televisión y la educación” es un libro que nos relata diversos aspectos de la televisión y como ésta entra en contacto tanto con la educación como con la sociedad en general. La televisión ocupa el lugar central de diseño en el hogar; está siempre disponible, ofrece su compañía a todas las horas del día y de la noche. Sin embargo, la televisión concentra las expectativas y temores de las tribus modernas. El tótem televisivo genera una serie de exigencias y prohibiciones. En muchas familias condiciona tanto la organización del tiempo como la de espacio.

Con lo referente al tema educativo, podemos decir que según un estudio del Consejo de Europa, los jóvenes europeos pasan una media de 25 horas semanales ante la televisión, es decir, le dedican un mes y medio cada año. Teniendo esto en cuenta, nos damos cuenta de que la escuela se contradice en diversos puntos ya que esta se preocupa casi exclusivamente por reproducir el saber quedando desfasada a la hora de adaptarse a una sociedad tan cambiante como la nuestra. Por esto sorprende que la institución escolar asista impasible al proceso de penetración de la cultura audiovisual, sin ofrecer siquiera a las nuevas generaciones pautas de interpretación y de análisis crítico.
En el primer capítulo de este libro, “La televisión como prolongación de la persona”, se analizan los diversos efectos que pueden llegar a tener la televisión sobre la sociedad en general. El hombre contemporáneo es incapaz de vivir sin estimulación sonora; necesita utilizar la música, o la televisión como fondo sonoro para cualquier actividad. Investigaciones realizadas en Estados Unidos revelan que el 85% de los adolescentes son incapaces de leer sin fondo musical, sin estimulación sonora. A la televisión y a la radio lo único que se les pide a veces es que llenen el vacío.
Uno de los efectos más relevantes de la exposición sistemática de la televisión es la modificación de las experiencias perceptivas. Pero esta modificación comporta también una modificación de los procesos mentales. Los autores constataron que el ritmo rápido facilita la captación y la retención de los espectadores.
Para finalizar con este primer capítulo analizaremos los procesos de cognición, como son el texto verbal y la imagen. La lectura y la televisión son actividades culturales y recreativas compatibles. No obstante, obedecen a parámetros comunicativos radicalmente distintos, y activan procesos mentales diversos. En consecuencia, una excesiva exposición a una de ellas puede desarrollar unas capacidades y unas actitudes que no son las más adecuadas para la práctica de la otra. La lectura supone, pues, una actitud de concentración. Para los medios electrónicos, en cambio, basta una actitud de apertura.
Con referencia al capítulo 2, “La televisión como agente de consumo”, nos encontramos con un análisis de la televisión como incitación del consumo. Algunos teóricos no dudan en afirmar que lo específico televisivo, la esencia de la televisión, lo que la define como medio, es la publicidad.  Y ello por diversos motivos:
  • Ante todo porque lo propio de la televisión es vender.
  • También porque, como consecuencia, la televisión debe venderse constantemente a sí misma.
  • Porque, para conseguir estos objetivos, todos los programas incorporan los parámetros expresivos propios del discurso publicitario.
  • Porque la publicidad está presente en todos los programas, al principio, en medio y al final.
La televisión incita el consumo porque es reflejo y soporte se una sociedad que vive para el consumo. Las cadenas de televisiones, tanto públicas como privadas, se sustentan gracias a la publicidad. Por esto una de las finalidades primordiales de los programas es conseguir que los espectadores vean anuncios; es decir, atraer y retener la atención de los espectadores hasta el momento de la publicidad.
Por último, con respecto al capítulo número 3, “La televisión como gratificación sensorial, mental y psíquica”, podemos resumirlo de manera que la televisión es espejo porque proyecta al espectador una imagen idealizada de sí mismo y del mundo. Para ser comercialmente eficaz, la televisión ofrece al espectador lo que este quiere ver y oír, tanto consciente como inconscientemente, hasta el punto de que, de alguna manera, este no hace más que autoalimentarse constantemente con su propia imagen.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
Ferrés. J. (1994): Televisión y educación. Barcelona: Paidós.

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